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El futuro del agua: Las nuevas directivas transforman las plantas de tratamiento en España

25/04/2024

El futuro del agua: Las nuevas directivas transforman las plantas de tratamiento en España


Francisco Javier Arrieta Morales

Francisco Javier Arrieta Morales

  • Jefe del Departamento de I+D+i de Cadagua

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"En los próximos años, nuevas directivas y estrategias impulsadas desde la Unión Europea van a cambiar el concepto de depuración y tratamiento del agua"
 
Las plantas de tratamiento de agua juegan un papel fundamental en nuestro día a día. Son las encargadas de potabilizar el agua que bebemos o de depurar la que se utiliza para regar los cultivos y hacer funcionar las fábricas. Estas plantas de tratamiento se basan en unos estándares de calidad y de eficiencia; unos estándares que están a punto de cambiar.
 
En los próximos años, nuevas directivas y estrategias impulsadas desde la Unión Europea van a cambiar el concepto de depuración y tratamiento del agua. Con ellas, aumentará el control sobre la presencia de contaminantes, aumentará el aprovechamiento de subproductos y se reforzará la eficiencia energética.
 
Esta nueva ola legislativa, que actualiza las normas vigentes en las últimas décadas, implica importantes inversiones por parte de la administración pública. Para empresas como Cadagua, supone nuevos retos y oportunidades.
 

Una nueva directiva para las aguas agrícolas

 
La primera de las directivas que contribuyen a la renovación de las plantas de reutilización de agua ya ha entrado en vigor. Se trata del Reglamento 2020/741 del Parlamento Europeo y del Consejo, que tiene como objetivo actualizar los requisitos mínimos para la reutilización del agua en el sector agrícola.
 
Las aguas residuales, aquellas que se han visto afectadas por la actividad humana, pasan por las plantas depuradoras (EDAR) para ser sometidas a diferentes procesos que las limpian y las descontaminan. Algunas de estas plantas realizan un tratamiento adicional, el llamado tratamiento terciario, que permite que el agua se reutilice, por ejemplo, para regar los cultivos. Y ahí es donde entra en juego esta nueva directiva, que establece cuatro calidades diferentes en función del tipo de cultivo al que se va a destinar el agua.
 
La norma es más exigente en relación a la eliminación de microorganismos patógenos, exige un análisis de riesgos de todo el ciclo del agua y aumenta los sistemas de control. Para conseguir esto, es necesario implementar y combinar tecnologías más efectivas como la ultrafiltración, la luz ultravioleta o soluciones creadas a partir del uso del ozono.
 
Este nuevo reglamento tiene muchas implicaciones para España: no en vano, es el país de Europa que más agua reutiliza en agricultura. De los 5000 hectómetros cúbicos de agua que depuramos cada año, unos 530 (el 11%) se utilizan en agricultura. El porcentaje aumenta en algunas comunidades autónomas, como Murcia, en donde más del 90 % de las aguas residuales se reutiliza en agricultura.
 
Sin embargo, en otras zonas en donde se depura gran cantidad de agua (como las áreas metropolitanas de ciudades como Madrid o Barcelona, por ejemplo) la necesidad de riego es mucho menor, por lo que no se aprovecha con este fin. A nivel estatal, el margen de mejora es amplio. No obstante, debe tener en cuenta que, aunque reutilizásemos el 100 % del agua residual en la agricultura, solo satisfaríamos el 31 % de la demanda total de riego en España.
 

Segundo objetivo: mejorar las aguas potables

 
Otra de las nuevas directivas que van a transformar las plantas de tratamiento de agua entró en vigor en enero de 2023. Se trata del Real Decreto 3/2023, que establece nuevos criterios para el agua que se destina a nuestro consumo. Es decir, el agua potable.
 
Esta nueva directiva afecta al control y a los tipos de tratamiento que se realizan en las plantas potabilizadoras (ETAP). Por ejemplo, incorpora las exigencias para controlar y reducir los compuestos perfluorados (PFAS), contaminantes emergentes conocidos como forever chemicals. Este nombre nos da muchas pistas sobre sus características: resultan muy útiles para numerosas aplicaciones, porque repelen el agua, el aceite y la suciedad, pero son tan resistentes que no se degradan. Se han llegado a encontrar hasta en la nieve de la cima del Everest. También se incorporan otros contaminantes como los Ácidos Haloacéticos, el Bisfenol, el nonilfenol.a o el β-estradiol.
 
Estos compuestos son disruptores endocrinos, cancerígenos y bioacumulativos, por lo que la nueva norma exige su análisis y control y, cuando sea necesario, la implementación de tecnologías innovadoras capaces de eliminarlos del agua. En este proceso cobran especial importancia los nuevos métodos de análisis: somos capaces de detectar concentraciones de contaminantes extremadamente bajas, lo que permite establecer objetivos para eliminarlos. Y es que, aunque se conozcan como contaminantes emergentes, llevan muchos años entre nosotros. La principal diferencia es que ahora podemos detectarlos con mayor facilidad y precisión.
 

Otro futuro para las aguas residuales

 
Se espera que este 2024 la Unión Europea dé luz verde a otra directiva que obligará a transformar las EDAR, esta vez centrada en las aguas residuales que se vierten al medio. Esta sustituirá a la actual, la directiva 91/271/CEE, vigente desde hace más de tres décadas, y va a suponer una pequeña bomba de relojería para las administraciones.
 
El motivo es que esta normativa es mucho más exigente en relación a los límites de nutrientes e incluso incorpora la obligatoriedad de eliminar microcontaminantes en algunos casos. Actualmente, por ejemplo, las aguas residuales de las depuradoras que se vierten al medio contienen entre 10 y 15 miligramos de nitrógeno por litro. La nueva norma establece un máximo de ocho miligramos.
 
Esta directiva establece diferentes normas y límites en función del tamaño de las depuradoras y de las zonas de vertido. Aquellas que vierten en zonas sensibles, por ejemplo, tendrán que incorporar tratamientos conocidos como cuaternarios para eliminar fármacos, pesticidas, hormonas, aditivos, antibióticos o microplásticos.
 
Además, esta directiva establece la obligatoriedad de recoger y depurar las aguas residuales de las poblaciones de más de mil habitantes. Hasta ahora, las poblaciones que tenían menos de 2000 y no contaban con redes de saneamiento y de depuración propia podían optar por otras soluciones, como fosas sépticas. En los próximos años, muchos municipios pequeños tendrán que crear instalaciones de saneamiento y depuración. En algunas zonas de Extremadura, por ejemplo, estamos hablando de centenares y centenares de pueblos.
 
Por otro lado, esta directiva obliga a los países miembros a alcanzar la neutralidad energética, por lo que las depuradoras tendrán que realizar una inversión muy importante en cogeneración, en energías renovables, en paneles solares o en optimización energética. Esto supone numerosos retos y presenta una paradoja: las nuevas normativas conllevan el uso de nuevas tecnologías que suponen más gasto, más inversión y más consumo. A su vez, exigen que sean energéticamente neutras. Encontrar un equilibrio es complicado.
 

Una cuarta directiva para reutilizar los fangos

 
La cuarta de las normativas todavía está en proceso de elaboración. Su objetivo es establecer cómo se gestionan los lodos generados en las depuradoras. Cada año, se generan toneladas y toneladas de fangos que pueden tener diferentes destinos: agricultura, incineración, vertederos… La actual Directiva es de 1986 y tan solo limita el contenido de metales pesados para su uso agrícola. Y si bien es cierto que cada comunidad autónoma y cada país han ido generando sus propias normas al respecto, es necesario renovarla y establecer unas exigencias comunes alienadas con los objetivos ambientales modernos.
 
Los cambios que traerán estas nuevas directivas cambiarán de forma importante el sector de las plantas de tratamiento de aguas en los próximos años. Para los usuarios, supondrán una serie de ventajas ligadas a una mayor calidad del agua. Para la administración pública, una gran inversión. Y, para los técnicos del sector, implicarán numerosos retos y también oportunidades. Todo parece indicar que, en los próximos años, surgirán nuevas tecnologías, ideas y soluciones que pueden determinar el futuro del agua.
 
 
 
Francisco Javier Arrieta Morales
 

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